domingo, 16 de febrero de 2020

Educar en el asombro de Catherine L'Ecuyer

A veces te encuentras con libros que te invitan a la reflexión, en los que no paras de subrayar, porque están llenos de aportaciones que necesitas tener presentes cuando hablas con familias o cuando te planteas cómo enseñar.
Educar en el asombro de Catherine L'Ecuyer, editado por Plataforma Editorial es uno de estos libros.
Ese asombro que de manera natural le producen las pequeñas cosas de la vida cotidiana a los niños, la sobreestimulación a la que en ocasiones los sometemos, el consumismo excesivo, el establecimiento de  límites, el uso de pantallas en exceso o con contenidos inapropiados… son algunos de los temas que aborda la autora.



Ya desde su introducción planta las bases de lo que nos quiere mostrar, cuando cita a Santo Tomas de Aquino que, ¡hace más de siete siglos!, dijo: "El asombro es el deseo para el conocimiento". Proteger el asombro entonces sería la clave, preservar esa facilidad que tienen los niños para asombrarse con los pequeños detalles que encuentran en lo cotidiano.
Para la autora "el asombro sería un mecanismo innato en el niño. Nace con él. Pero para que el asombro pueda funcionar bien, el niño debe encontrarse en un entorno que lo respete".


Ella cita a Dan Siegel, experto mundial en neurociencia, que en 1999 afirma que "más importante que un exceso de estimulación sensorial durante los primeros años de desarrollo son los patrones de interacción entre el niño y el cuidador".
Uno de los capítulos trata precisamente sobre las consecuencias de la sobreestimulación a la que se somete al niño, ya sea por saturación de bienes materiales, caprichos, actividades extraescolares, por falta de sueño, por adelantar etapas que no tocan, por la intensidad exagerada del sonido o del ritmo de un programa o porque se le pide que realice varias actividades a la vez.
Y esta sobreestimulación anulará en el niño su sentido del asombro, de la creatividad y de la imaginación; en un principio toda esta actividad le gustará pero posteriormente le volverá apático e inquieto, necesitando cada vez niveles más altos de sobreestimulación que le volverán hiperactivo, nervioso.
Estos estímulos a los que se les somete serán los que le impedirán disfrutar, por ejemplo, con una película lenta. En clase muchas veces lo comprobamos cuando vemos algún capítulo de Pippi Calzalargas, película que se recrea en los detalles con un ritmo pausado.
Ella también hace referencia a varios estudios en relación al uso de pantalla -internet, televisión…-, asociando el hábito de estar delante de una pantalla con el hecho de tener dificultades para conciliar el sueño y con trastornos del sueño, por lo que la Academia Americana de Pediatría recomienda quitar la televisión del cuarto de sus hijos,  reducir el tiempo de uso de cualquier tipo pantalla, asegurar la calidad de los contenidos -informativos, educativos y sin violencia- y verlos con los niños.

Habla también del silencio como un aspecto muy importante del aprendizaje y tan necesario para la reflexión, una de las cualidades que caracteriza a la persona humana. L'Ecuyer plantea que el silencio en este siglo sería equivalente a apagar dispositivos electrónicos y pantallas. 

El niño creativo, imaginativo será un niño que está acostumbrado a iniciar su proceso educativo desde dentro. Es curioso, descubridor, inventor, capaz de dudar sin desconcertarse, de formular hipótesis y comprobar su validez mediante la observación. Pero para todo ello necesitará tiempo, tiempo del que a veces no dispone, tiempo para el juego libre que le permita inventar y descubrir.
Educar por tanto será acompañar, sacando lo mejor de cada uno desde dentro hacia afuera.


Ella plantea que debemos re-imaginar una educación infantil que cuente con el asombro. Educar en el asombro consiste en respetar su libertad interior, contando con el niño en el proceso educativo, respetar sus ritmos, fomentar el silencio, el juego libre, respetar las etapas de la infancia, rodear al niño de belleza, sin saturar los sentidos…
Hace mucho hincapié en el juego como la actividad por excelencia a través de la cual los niños aprenden movidos por el asombro, si les dejamos jugar libremente en la naturaleza con sus hermanos y/o con otros niños seguro que no se aburrirán pues su creatividad es infinita.


L'Ecuyer también relaciona el asombro con el consumismo excesivo y el estableciendo de límites. 
Ella plantea que el exceso de cosas mata el asombro del niño, darle todo sin ni siquiera darle la oportunidad de desearlo, les satura los sentidos y les bloquea el deseo.
En cuanto a los límites, a partir de los dos años aproximadamente los niños empiezan a tener la capacidad para obedecer y debemos enseñarles a descubrir las consecuencias naturales de sus acciones, y que las personas no se comportan según los antojos del niño.
Gestionar bien una pataleta requiere tiempo. Educar requiere tiempo… Y a veces escasea.
 "Un niño mimado, consentido y al que no hemos puesto límites será un niño con una voluntad mermada, tendrá las alas del esfuerzo demasiado cortas para conseguir la excelencia, porque la excelencia siempre cuesta. En cambio, si el niño asume ciertos límites y no tiene miedo al esfuerzo, será verdaderamente libre."

Las familias de mis alumnos seguro que reconocerán en muchas de estas afirmaciones los argumentos que, en más de una ocasión, utilizo en reuniones y entrevistas sobre estas cuestiones que nos preocupan y siempre están presentes en el proceso  educativo de nuestros hijos, de nuestros alumnos. 
Merece la pena acercarse a este libro, repleto de sentido común, y reflexionar a partir de todo lo que la autora nos plantea.