miércoles, 18 de mayo de 2016

Yo aquí sólo soy el perro de Jutta Richter

Es una sensación maravillosa terminar de leer un libro y sentir que quieres recomendarlo, porque es un regalo compartir no solo lo que en él se cuenta sino también cómo se cuenta.

Yo aquí sólo soy el perro (2012) de Jutta Richter, traducida del alemán por L. Rodríguez López, y publicada por Lóguez, es la tierna y divertida historia de Brendon, bueno Anton (porque le han rebautizado), un perro pastor noruego. La cuenta él mismo  y en ella habla de la gente con la que convive (Friedbert, Emily y la pequeña), de la gata Misi, con la que no se lleva demasiado bien y, sobre todo, de su tío Ferenc y sus historias, que le han enseñado casi todo lo que sabe. 



"Friedbert tiene una voz profunda y una lengua corta. Es el jefe de la manada. Si no hago lo que me dice, no hay cortezas de cerdo." (p.19)
"Emily tiene un buen corazón y la voz aguda. Es la guardiana de las cazuelas de la cocina. […] Sus manos huelen a piel de pollo, a foie-gras y a jamón. […] Al que huele así, a ése lo protejo durante toda una vida." (p. 20-21)
"¡Y ahora os hablaré de la pequeña! […] ¡Amo a esta niña!  Ella es mi compañera de juegos. Ella es mi camarada. Los dos juntos, somos invencibles. ¡Y qué bien huele!" (p.25)



 "Los gatos no conocen ni el sentido de la culpa ni el de la compasión. Ellos solamente miran por sí mismos no han nacido para la amistad". (p.44-45)
"Mi tío Ferenc decía que la lucha pertenece a la vida. El que no aprende a perder, tampoco aprende a ganar." (p.29)




En los humanos siempre está muy presente el valor de las historias, la importancia de tener un pasado, una historia que contar. En Yo aquí sólo soy el perro Brandon o Anton basa toda su existencia  en "su" historia, lo que le contó tío Ferenc, sobre él y sobre otros, para ayudarle a entender el mundo en el que vive. Por eso no faltan recuerdos de Hungría: la Puszla, las ovejas de Valaquia, los dichos húngaros, los chacales dorados...
Escrito con una prosa ágil, pero a la vez de la que necesitas paladear; en más de una ocasión te hace volver atrás y releer de nuevo un párrafo para disfrutar de un pensamiento, de un sentimiento, que nos llega como si tal cosa pero resulta perfecto para entender al protagonista o la situación que nos muestra, y más profundo de lo que nos pueda parecer a simple vista.
Eso sí, no olvidamos en ningún momento que es un perro el narrador de esta historia.
"Nosotros, los perros pastores, estamos unánimemente de acuerdo en que las personas no saben mucho del mundo. Mi tío Ferenc decía: tienen una mala nariz, malas orejas, andan sobre dos pies y sus lenguas son demasiado cortas" (p. 109)
"La caja les hace ver cosas que no existen. Porque aquello que uno no puede oler, tampoco existe" (p.51)
Es de esos libros que al volver a leerlo descubrimos una historia completamente nueva, pues el final le ha dado la vuelta a lo que nos acaban de contar.

Acompañan al texto las ilustraciones en blanco y negro de Hildegard Müller, que resaltan la ternura y a veces indefensión del protagonista.


Este libro fue incluido en Lo + 2012 de la Fundación Germán Sánchez Ruiperez, fue Premio Banco del Libro 2013 (en su selección "Los mejores libros ilustrados para niños y jóvenes") y tiene reseñas en las prestigiosas Revista Babar y Fundación Cuatrogatos.

En cuanto a la autora, Jutta Richter, la academia alemana para la LIJ le concedió el Gran Premio del 2014 por toda su obra. Dijeron de ella: "Se mueve magistralmente en el límite entre la realidad y la ficción".
También ha sido nominada al premio Astrid Lindgren Memorial Award (ALMA) todos los años desde 2011.

La editorial Lóguez apuesta por esta autora y en su catálogo se pueden encontrar otros títulos de ella muy bien considerados por la crítica: El bosque de la bruja y los calcetines mágicos (2015), El verano del lucio (2005) o El día en el que aprendí a domar arañas (2001)
Los temas elegidos por Jutta Richter, así como su forma de escribir, encajan perfectamente dentro de lo que, allá por 1977, impulsó a Maribel G. Martínez y Lorenzo Rodríguez la creación de esta editorial, según sus palabras "la necesidad de renovar profundamente los contenidos y la estética del libro dirigido a los más jóvenes". 

viernes, 13 de mayo de 2016

Los cuentos con chocolate de abril

Y vamos con las historias que se compartieron en abril, nuevamente una selección fantástica y un rato de lo más agradable en el que no faltaron las risas.
Hubo cuentos de todo tipo: de autores que ya nos han visitado en el cole como 37 tortugas de Pablo Albo (que vino hace unos años) y Los músicos de Bremen de Pepe Maestro (que estuvo este curso), de los seleccionados para la Liga de los libros como Orejas de mariposa o Historias de ratones, de esos cuentos que nos llegan de boca a oreja como El gallo Kirico o La princesa ratona, otros que fueron participativos como El trasero del rey o El gusanito y algunos de autores que conocemos bien como El Grúfalo de Julia Donaldson o La casa más grande del mundo de Leo Lionni.





La abuela de Ismael, Marimar,  nos contó El gallo Kirico, este cuento nos llegaba por tradición oral, se lo contaba su padre a ella, y según Verónica, su hija, con "adaptaciones familiares" 








  






María José también eligió uno que había escuchado contar, en esta ocasión en un maratón. Es un cuento tradicional japonés titulado La princesa ratona (aunque también se conoce con el título Más poderoso que el sol).













Alicia se estrenó con un cuento participativo titulado El gusanito (no sé si está editado).












Muchas gracias de nuevo a todas y todos los que estuvisteis allí.
Saludos cordiales